A medida que uno envejece el cerebro cambia, al igual que el resto del cuerpo. Demorarse en pensar en una palabra o en recordar el nombre de una persona es una manifestación que forma parte de ese proceso.
Pero, si el rendimiento mental se hace más lento y constante puede sugerir un deterioro cognitivo leve, y si esto se acompaña de una pérdida de independencia en el desenvolvimiento diario, ya se habla de un deterioro cognitivo mayor.
La Neuropsicóloga del Centro de Atención Integral del Adulto Mayor Hogar la Ponderosa, Erika Pazmiño, afirma que para saber si un familiar sufre de un trastorno neurocognitivo “es imprescindible vivir con la persona o tener un contacto permanente, de ese modo es que se pueden notar algunos cambios en su rutina”.
Aclara que los trastornos neurocognitivos son un grupo de afecciones psiquiátricas que se clasifican en leves o mayores, “los cambios que se pueden experimentar u observar son muy variados, y van a depender del tipo de enfermedad que esté produciendo ese trastorno”.
Precisó que “los síntomas pueden ser causados por una afección neurodegenerativa, como el Alzheimer, las enfermedades de Parkinson o de Huntington, así como por una lesión cerebral traumática o un derrame cerebral”, en cualquiera de los casos hay que prestar atención, observar la conducta del paciente y consultar a un especialista.
Destaca que el “Alzheimer, el Huntington o la enfermedad de Parkinson, pese a que algunas se inician con alteraciones de la memoria, desorientación y dificultad para coordinar las ideas, y otras se manifiestan con alteraciones a nivel motor, a medida que avanza la enfermedad se van a ir pareciendo en su evolución, y los síntomas van a ser similares”.
Señales ineludibles
Refiere Pazmiño que, si el adulto mayor tiene olvidos muy frecuentes, extravía objetos en lugares atípicos, se pierde en un sitio conocido poco frecuentado, deja de llevar su rutina e insiste en conversaciones repetitivas, todo ello evidencia una alteración en la memoria que “en estos primeros comienzos puede ser negado o ser motivo de excusas, minimizando los síntomas que pudieran estar empezando”.
Señala que situaciones como “meter las llaves de la casa en la nevera o en la lavadora, manejar y pasarse el semáforo sin darse cuenta, llamar a los hijos una y otra vez estando solo, tener un cambio de humor y de la personalidad como que, si se era tranquilo tornarse irritable, ansioso, agresivo o viceversa, son algunos ejemplos de señales que se pueden observar”.
La Neuropsicóloga describe que “si hay pèrdida de la iniciativa para hacer sus labores cotidianas como levantarse de la cama o cocinar, si no puede completar tareas e incluso si demora horas en hacer lo que hacía rápidamente, se debe poner el ojo allí a ver que está sucediendo”.
Añadió que “otras señales son: los problemas con el lenguaje y dificultades a nivel motor, la desorientación espacial, la imposibilidad de hacer una caminata, andar en diagonal, tropezarse con frecuencia, o presentar temblores. Cada uno de estos signos se debe investigar”.
Resalta Pazmiño que ante alguna sospecha sobre los signos descritos lo importante es llevar al familiar al médico neurólogo, o por lo menos el médico de cabecera, quien podrá iniciar una valoración mucho más exhaustiva para comprobar o descartar si se trata de una enfermedad neurocognitivos.
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