«Ante la falta de relevo generacional en la construcción tradicional, ya no es una opción si no una necesidad trasladar la construcción a fábricas, donde se trabaja de una forma más cómoda para los trabajadores, limpia, y controlada. Esto repercute directamente en un producto de mayor calidad y eficiencia», destaca Silvia Sánchez Añón, directora general de la compañía, quien destaca la que cada vez hay más mujeres en construcción, y eso también supone un signo también de cambio y profesionalización.
La compañía gallega, con sede central en Carballo, y una de las naves más grandes del polígono de Bértoa cumple 10 años al frente de un sector en constante crecimiento, que ha tenido un fuerte desarrollo post-pandemia.
«Cuando arrancamos este proyecto en el año 2014, ya nos dimos cuenta de que había una necesidad que cubrir, tanto por profesionalizar un sector que no había evolucionado en 80 años, como por la creciente demanda de vivienda unifamiliar que se dio después del Covid. ¿Cómo es posible que se investigue tanto en automoción o en aviación, y tan poco en sectores como el de la construcción?. Debemos cambiar el chip, dejar de pensar en las viviendas a medida, y pensar en viviendas bien pensadas y eficientes. Nadie hace ya zapatos a medida, en 10 años pasará lo mismo con las casas» asegura Silvia Sánchez.
El modelo de negocio de Casas Cube está basado en la eliminación de intermediarios y agentes que no aportan mejoría ni calidad al producto, por lo que todo el dinero que invierte el particular está destinado a la eficiencia de su nuevo hogar. La antigua creencia de que las viviendas prefabricadas eran de peor calidad, hace años que está superada, sobre todo cuando los compradores visitan la fábrica o entran en una vivienda de este tipo. Los materiales que se utilizan en vivienda modular son más caros, pero con el sistema industrializado donde hay ventajas competitivas por compras a gran escala, se obtiene un precio similar al de la construcción tradicional. El comprador quiere una casa sensata, y que consuma poco. El resto, la calidad del producto, lo dan por obvio, tanto en tradicional como en modular. La ubicación donde se construya la vivienda (parcela o nave industrial) no ha de ser un hándicap si no un beneficio para el consumidor final.
Actualmente CUBE cuenta con tres puntos de venta: en Madrid, Barcelona y A Coruña, donde se ubican los más de 17.000 m2 de instalaciones con los que la firma cuenta en Carballo, localidad de gran tradición constructora donde residen muchos trabajadores con un gran nivel de formación y especialización. Así, es en Galicia donde se realiza el 95% de la obra, desde allí se trasladan las viviendas a su parcela de destino para el ensamble final.
Además de la optimización del tiempo de construcción, al construir en un entorno controlado, la optimización de materiales es otra ventaja importante, ya que reduce la huella de carbono y el coste de la vivienda, que en el caso de Cube es cerrado. El objetivo de la compañía es ofrecer transparencia y el control de la inversión que realizan sus clientes, que reciben un presupuesto detallado tras configurar su vivienda y analizar la finca donde esta va a ser instalada.
La fábrica, que mantiene entre 25 y 30 viviendas en construcción permanentemente, ha adquirido 30.000 nuevos metros cuadrados para aumentar su capacidad de producción a corto plazo ante una demanda en continuo ascenso. Su objetivo es el equilibrio, optimizar tiempos y costes a través de la economía de escala mejorando la calidad y el diseño de las viviendas. Para ello, la compañía aplica un sistema de aprendizaje continuo en el que los clientes tienen especial relevancia, al considerar ideas y peticiones que parten de estos como base para la mejora y la optimización en un proceso adaptado a la filosofía de la compañía, construir de forma estandarizada viviendas que tengan una altísima eficiencia, un mantenimiento mínimo, y un gran confort con poco consumo y sin renunciar al diseño.