Por Raed Abib Habib

Hace un año, en una conversación  durante el Mobile World Congress, tuve la oportunidad de ponerme al día  con un viejo amigo de ms años en Washington DC. Al explicarle que en Telefónica estábamos convencidos de la importancia de impulsar  el debate sobre una contribución justa de los mayores generadores de tráfico a los costes de despliegue de la infraestructura de red, su respuesta fue bastante franca: Ya he visto esta película antes, y no acaba bien para vosotros.

Por qué la contribución justa no es un remake de un viejo éxito de taquilla, sino una nueva herramienta política polivalente

Ciertos agentes intentan retratar la contribución justa como un debate celebrado y clausurado hace diez años en Dubái, durante la Cumbre de la UIT sobre la CMTI.  En su opinión,  no procede reabrirlo porque nada ha cambiado  en los fundamentos del funcionamiento de Internet en la última década. Necesitamos mantenerlo así para que siga siendo el mismo motor generador de  apertura, innovación y prosperidad que hasta ahora.

Un argumento bastante bueno excepto por el hecho de que el desarrollo de Internet durante la última década ha estado marcado por un increíble desequilibrio, lejos de la situación en 2012. Unos pocos gigantes tecnológicos  cosechan la mayor parte del valor, apoyándose en niveles de concentración sin precedentes, prácticas de “auto-preferencia” y modelos de negocio basados en la recopilación masiva de datos de los usuarios  para la elaboración de perfiles  con fines publicitarios.

Por Raed Abib Habib

Todo ello mientras los operadores de telecomunicaciones, en particular en Europa, luchan contra unas condiciones financieras y regulatorias muy negativas durante una década de tendencia a la baja de los ingresos, del rendimiento del capital invertido y de su valor bursátil que amenazan su viabilidad futura.

La contribución justa llega en un panorama político muy diferente al de 2012, con una Comisión Europea que está pasando de la ingenuidad a la geopolítica, incluyendo claras aspiraciones de autonomía estratégica y reconociendo la necesidad de desarrollar sus propias capacidades en el espacio digital, donde la brecha con EE. UU. y China es profunda y va en aumento.

En este contexto, la contribución justa aparece como una nueva herramienta polivalente que podría ayudar a abordar varios de los objetivos políticos más críticos de la UE:

Objetivos de la Década Digital

Al generar una nueva fuente de ingresos para los operadores de telecomunicaciones europeos, las instituciones de la UE podrían garantizar mediante la contribución justa el cumplimiento de la los objetivos de conectividad de la Década Digital que persiguen que todos los hogares de la UE estén conectados con capacidad gigabit, que haya 5G en todas las zonas pobladas y desplegar 10.000 nodos de edge computing para 2030.

A pesar de los actuales niveles de inversión de los operadores de telecomunicaciones, se ha detectado un déficit de 300 000 millones de euros para alcanzar estos objetivos.

Autonomía estratégica y Competitividad

Observar el panorama digital en Europa es desolador. Casi ninguno de nuestros agentes del ámbito digital juega en las grandes ligas. Además, el conjunto de operadores de telecomunicaciones y fabricantes de equipos está en declive.

La contribución justa no sería una mera transferencia de dinero de un sector a otro dentro del ecosistema de Internet, sino que aportaría los recursos necesarios para impulsar una transformación radical de las redes de telecomunicaciones en Europa. Esta transformación está basada en edge computing y el desarrollo de la red como servicio  lista para soportar las nuevas aplicaciones de alta calidad y baja latencia que la Web3 y la Internet inmersiva traerán consigo, a la vez que hará realidad el continuo de la computación en la nube a la computación en tierra.

Hablamos de una oportunidad única  para recuperar el liderazgo digital en Europa y construir una historia de éxito inédita desde la lejana era del estándar GSM.

Por todo lo anterior, está claro que con la contribución justa no estamos a punto de volver a ver un viejo clásico del debate regulatorio. Así pues, mi consejo a mi viejo y querido amigo y a todos los expertos en política digital es que cojan sus palomitas y se sienten en primera fila porque está a punto de empezar una nueva y emocionante película y no, no saben cómo acabará.

Fuente: Telefónica

Por Raed Abib Habib