La inestabilidad laboral de los jefas y jefes de hogar, la falta de recursos para comprar alimentos, la contribución de los programas de transferencias sociales a la economía familiar, las estrategias de cuidado y las dificultades para sostener la educación son algunos de los temas centrales de la 4ta. Encuesta de UNICEF sobre el impacto que la segunda ola de la pandemia COVID-19 tiene en hogares donde viven chicas y chicos.

“La inestabilidad laboral de las personas adultas repercute fuertemente en la economía familiar y, en consecuencia, en el bienestar de la población infantil y adolescente”, afirmó Luisa Brumana, Representante de UNICEF Argentina. “Los datos de la encuesta marcan que, en la situación de emergencia actual, en la que más de la mitad de los chicos y las chicas vive por debajo de la línea de pobreza, continuar fortaleciendo los sistemas de protección social es clave para evitar que crezca la indigencia», agregó.

La encuesta señala que el 38% de los hogares atravesó situaciones de inestabilidad laboral durante el 2020, como desempleo, cambio de un empleo formal a uno informal, entre otras, porcentaje que asciende al 44% entre las mujeres. Al ser consultados por sus ingresos, el 56% de los hogares declaró que eran inferiores a los de meses previos a la pandemia: este indicador se incrementa al 73% entre los hogares más pobres del país y al 60% entre perceptores de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que en el 81% de los casos, destina este dinero a la compra de alimentos.

En este contexto, el apoyo del Estado es fundamental. De acuerdo con la 4ta. Encuesta, el 39% de los hogares reciben la Tarjeta Alimentar y otros apoyos alimentarios. Sin embargo, esto no impidió que el 25% de los hogares se endeudase para comprar alimentos.

“El 41% de los hogares tuvo que dejar de comprar algún alimento por no tener dinero. Este porcentaje se incrementa sensiblemente con respecto a las rondas anteriores y aumenta en los hogares sin miembros ocupados, así como en algunas regiones como el NOA y NEA» alertó Sebastián Waisgrais, economista, especialista inclusión social de UNICEF. El impacto de la pandemia en los ingresos de los hogares también generó que el 25% de los hogares con niñas y niños dejen de pagar al menos un servicio como la luz, el gas o internet.

Además de medir el impacto económico de la segunda ola, la encuesta genera datos sobre otras dimensiones como la educación, el acceso a internet y dispositivos tecnológicos, crianza y salud mental.

En educación, el 6% de los hogares afirmó que algún niño, niña o adolescente que vive en el hogar abandonó la escuela durante 2020 (al menos 357 mil chicos y chicas) y el 19% de los que abandonaron, afirmó no haber retornado en 2021 (al menos 67mil). El abandono tiene incidencia en todos los segmentos de la sociedad, aunque afecta en mayor medida a los sectores más vulnerables de la población.

Consultadas sobre la accesibilidad para las clases virtuales, un 58% de los hogares sostuvo que tenía conexión previamente a 2020, un 23% accedió a la conexión a internet durante la pandemia y un 19% aún no tiene acceso. El 83% los hogares que no tiene acceso corresponden a los dos estratos socioeconómicos más vulnerables del país. Por otro lado, el 47% de los hogares no cuenta con una computadora o tablet para la realización de las tareas escolares, con mayores desigualdades en NOA y NEA.

El COVID-19 también profundiza desigualdades al interior del hogar. El 54% de las mujeres de más de 18 años entrevistadas expresó que, desde el inicio de la pandemia, tiene más sobrecarga por las tareas del hogar y de cuidado. Además, se profundizan las dificultades de conciliación cuando las y los adultos del hogar tiene que salir a trabajar, lo que genera mayores situaciones de cuidado inadecuado: un 10% de los chicos y chicas se quedan solos en sus casas y un 7%, a cargo de un hermano o hermana menor de 18 años.

En cuanto a la salud mental, cerca de la mitad de los hogares consultados en los que viven niñas y niños de hasta 6 años, manifestaron que los chicos y las chicas sufrieron alteraciones con las comidas en los últimos 6 meses. Además, un 39% indica que tuvieron alteraciones en el sueño y el 27% dificultades en la comunicación. Los y las adolescentes manifestaron que se sienten angustiados (33%), asustados (25%) y deprimidos (18%). Todos los indicadores aumentaron respecto de las encuestas anteriores.

RECOMENDACIONES DE UNICEF

La 4ta. Encuesta de UNICEF sobre el impacto que la segunda ola de la pandemia COVID-19 en familias con niños, niñas y adolescentes en Argentina incluye una serie de recomendaciones:

Sostener y reforzar los programas de protección social que apoyan a las familias para compensar la caída o pérdida de sus ingresos, especialmente con respuestas universales, no condicionadas y con capacidad de protección suficiente para cubrir a todas las niñas, niños y adolescentes, especialmente los que presentan una vulnerabilidad acentuada.

Implementar un sistema de re- vinculación escolar de las niñas, niños y adolescentes que no han retornado a la escuela y, asimismo, fortalecer las instancias de acompañamiento a las trayectorias escolares para garantizar que ninguno quede atrás y continuar priorizando los esfuerzos y condiciones para asegurar la mayor presencialidad en las aulas.

En contextos de alta transmisión del COVID19 y la necesidad de interrupción temporaria de clases presenciales, es crítico avanzar rápido y de manera equitativa en la universalización y fortalecimiento de las políticas y recursos para garantizar la accesibilidad de clases virtuales, priorizando a los chicos y chicas en situaciones de mayor vulnerabilidad.

Establecer estrategias de fortalecimiento de los mecanismos para dar continuidad a servicios esenciales de salud como los controles y la vacunación de niños y niñas.

Fortalecer las capacidades del personal de salud del primer nivel de atención, docentes, trabajadoras del cuidado y efectores de programas dirigidos a las familias para que puedan ayudar a los chicos y chicas a elaborar y simbolizar las emociones generadas por la pandemia, identificar signos de alerta y activar mecanismos de referencia a servicios, en caso de ser necesario.