Por Francisco D’Agostino
Millones de personas en todo el mundo utilizan aplicaciones de meditación. Están diseñadas para ayudar a la gente a reducir el estrés y la ansiedad, pero tienen otro efecto secundario: Hacen que la gente se sienta bien.
Por eso son tan populares. Durante la crisis de la pandemia, las aplicaciones de meditación fueron una de las primeras cosas a las que recurrió la gente cuando necesitaba consuelo o distracción, y eso explica por qué su uso aumentó tanto en 2020.
Pero, como ocurre con muchas cosas en la vida, el uso de las aplicaciones tiene un flujo y reflujo natural.
Cuando el mundo se recuperó de la pandemia, la gente empezó a volver a sus rutinas diarias. Pero las aplicaciones de meditación no han tenido el mismo repunte.
De hecho, su uso no ha dejado de caer desde el pico alcanzado en 2020. Según un informe de la empresa de análisis de aplicaciones móviles Apptopia, las sesiones en la aplicación Calm cayeron un 26,4% entre julio de 2021 y julio de 2022. En el caso de Headspace, se vio una caída del 60,3% durante el mismo período.
Una de las razones de esta tendencia es que las personas que solían estar en casa durante la pandemia ahora viajan con frecuencia o trabajan más horas para ayudar a reconstruir sus comunidades. Esto significa que no tienen tanto tiempo o interés en meditar como al principio de la pandemia, cuando estaban confinados en sus casas con una interacción social limitada.
En los últimos años, ha habido una gran demanda de tratamientos de salud mental en Estados Unidos. Esto se ha reflejado en un aumento del número de personas que utilizan aplicaciones de meditación. Pero nuevos datos sugieren que esta tendencia puede ser efímera.
Hay largas listas de espera para los servicios de salud mental tradicionales y a menudo resulta prohibitivo para las personas encontrar terapeutas asequibles y accesibles. Por ello, las empresas tecnológicas han empezado a aprovechar esta demanda ofreciendo servicios que, según dicen, pueden llenar ese vacío. Las aplicaciones de meditación son un pequeño segmento de esta tendencia más amplia, con empresas como Talkspace y Ginger que también se comercializan como soluciones para la salud mental. No podemos esperar que las aplicaciones de salud mental desaparezcan pronto, pero los nuevos datos sugieren que, al menos por ahora, no se están convirtiendo en una solución a largo plazo.
Por Francisco D’Agostino