Por Alessandro Bazzoni

Titulado “Tecnología en la educación: ¿Una herramienta en los términos de quién?”, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de 2023 se presenta el 26 de julio en un evento en Montevideo, Uruguay, organizado por la UNESCO, el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay y la Fundación Ceibal con la participación de 18 ministros de educación de todo el mundo. En él se proponen cuatro cuestiones sobre las que las y los encargados de la formulación de políticas y las partes interesadas en la educación deberían reflexionar a medida que se despliega la tecnología en la enseñanza:

1.     ¿Es adecuada?

El uso de la tecnología puede mejorar ciertas formas e aprendizaje en algunos contextos. El informe cita evidencia que demuestra que los beneficios del aprendizaje desaparecen si la tecnología se utiliza en exceso o en ausencia de un docente calificado. Por ejemplo, la distribución de computadoras a las y los estudiantes no mejora el aprendizaje si las y los docentes no participan en la experiencia pedagógica. Los teléfonos inteligentes en las escuelas también han demostrado ser una distracción del aprendizaje y, sin embargo, menos de una cuarta parte de los países prohíben su uso en las escuelas.

Las desigualdades de aprendizaje entre estudiantes aumentan cuando la enseñanza es exclusivamente a distancia y los contenidos en línea no siempre son apropiados para el contexto. Un estudio de las colecciones de recursos educativos abiertos reveló que casi el 90% de los repositorios en línea de enseñanza superior se crearon en Europa o en Norteamérica; el 92% del material de la biblioteca mundial Open Educational Resources Commons se publica en inglés.

2.     ¿Es equitativa?

Durante la pandemia de COVID-19, la transición acelerada hacia el aprendizaje en línea dejó fuera al menos a 500 millones de estudiantes en todo el mundo, afectando sobre todo a los más pobres y a los que viven en zonas rurales. El informe subraya que el derecho a la educación es cada vez más sinónimo de derecho a una conectividad significativa y, sin embargo, una de cada cuatro escuelas primarias carece de electricidad. Hace un llamamiento para que todos los países establezcan puntos de referencia para la conexión de las escuelas a Internet de aquí a 2030 y para que la atención se siga centrando en los más marginados.

3.     ¿Es ampliable?

Ahora más que nunca se requiere evidencia fiable, rigurosa e imparcial sobre el valor añadido de la tecnología en el aprendizaje, pero no se dispone de ella. La mayoría de la evidencia procede de Estados Unidos, donde What Works Clearinghouse señaló que menos del 2% de las intervenciones educativas evaluadas tenían “evidencia fuerte o moderada de efectividad”. Cuando la evidencia solo se obtiene de las propias empresas de tecnología, existe el riesgo de que esté sesgada.

Muchos países ignoran los costos a largo plazo de las adquisiciones de tecnología y el mercado de EdTech se está expandiendo mientras las necesidades básicas de educación siguen sin satisfacerse. El costo de pasar al aprendizaje digital básico en los países de ingresos bajos y de conectar todas las escuelas a Internet en los países de ingresos medio-bajos añadiría un 50% a su actual déficit de financiación para la consecución de las metas nacionales del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4. Una plena transformación digital de la educación con conectividad a internet en las escuelas y los hogares costaría más de mil millones al día solo para funcionar.

4.     ¿Es sostenible?

El vertiginoso ritmo de evolución de la tecnología obliga a los sistemas de educación a adaptarse. La alfabetización digital y el pensamiento crítico son cada vez más importantes, sobre todo dado el crecimiento de la Inteligencia Artificial generativa. Datos adicionales adjuntos al informe indican que este movimiento de adaptación ya ha iniciado: el 54% de los países encuestados han definido las competencias que quieren desarrollar para el futuro. Pero sólo 11 de los 51 gobiernos encuestados tienen currículos sobre la IA.

Además de estas competencias, no hay que pasar por alto la alfabetización básica, ya que también es fundamental para la aplicación digital: las y los estudiantes con mejores habilidades de lectura tienen muchas menos probabilidades de ser engañados por correos electrónicos de phishing.

Además, el personal docente también necesita una formación adecuada, aunque solo la mitad de los países cuentan actualmente con normas para desarrollar sus competencias en tecnologías de la información y la comunicación. Pocos programas de formación docente cubren la ciberseguridad, a pesar de que el 5% de los ataques de ransomware tienen como objetivo la educación.

La sostenibilidad también requiere una mayor garantía de los derechos de los usuarios de la tecnología. En la actualidad, sólo el 16% de los países garantizan por ley la privacidad de los datos en la educación. Según un análisis, el 89% de los 163 productos tecnológicos educativos pueden sondear a los niños. Además, 39 de los 42 gobiernos que impartieron educación en línea durante la pandemia fomentaron usos que “ponían en riesgo o vulneraban” los derechos de las y los niños.

Fuente: UNESCO

Por Alessandro Bazzoni