Un consorcio internacional de investigadores, entre los que se encuentra José A. Hinojosa, del Affective Neurolinguistics and Cognition Group de la Complutense, han puesto a prueba la denominada hipótesis del feedback facial.

En el estudio multicentro se recogieron datos de más de 3.500 participantes en 19 laboratorios de distintas partes del mundo y sus resultados han sido publicados en  un artículo titulado “A multi-lab test of the facial feedback hypothesis by the many Smiles Collaboration” en la revista Nature Human Behaviour.

La propuesta sostiene que nuestras experiencias emocionales están influidas por las expresiones faciales. En este sentido, el simple movimiento del músculo cigomático, que se pone en funcionamiento cuando sonreímos, haría que nos sintiéramos más felices.

Los resultados de trabajos previos han mostrado datos a favor y en contra de la teoría. Para zanjar este debate, en este estudio se pidió a los participantes de varias culturas que realizasen dos tareas: imitar la sonrisa mostrada en una fotografía de un actor y mover las comisuras de los labios hacia las orejas. Los resultados pusieron de manifiesto que los participantes informaron de que se sentían más contentos después de realizar ambas tareas. Sin embargo, estos hallazgos no excluyen la posibilidad de que las personas simplemente estuvieran siendo conscientes de que estaban sonriendo y que por eso se sintiesen más felices. Para evitar esta circunstancia, en el estudio se utilizó una tercera tarea en la que los participantes debían sujetar un lápiz entre los dientes. De este modo, las personas estaban activando la musculatura implicada en la sonrisa sin darse cuenta de que estaban sonriendo. Los efectos de realizar esta acción tuvieron muy poca incidencia sobre el sentimiento de sentirse más feliz, lo que se atribuyó al hecho de que los participantes eran menos conscientes de estar sonriendo o bien a que esta tarea induce una expresión de felicidad menos prototípica en comparación con la producida mediante la imitación de la sonrisa o el movimiento de las comisuras de los labios hacia arriba.

En cualquier caso, los resultados de este trabajo son consistentes con las teorías que desde hace más de 100 años vienen proponiendo que la actividad del sistema nervioso periférico influye en nuestras experiencias emocionales.